Usted sabrá, querido lector, que los sueños suelen reflejar anhelos propios de la mente. Cuando dormimos, damos paso a una parte nuestra muy íntima, que suele mostrarnos cumplidos sueños, frustraciones remendadas, aventuras estrafalarias y situaciones poco comunes en nuestra vida. A veces, dichos sueños son rutinas comunes de la vida. Otras, pueden ser algo mucho más oscuro.
Desde hacía unas semanas me estaba costando conciliar el sueño. Siempre fui alguien miedoso a la hora de dormir, cualquier ruido me alteraba, y rápidamente comenzaba a imaginar todo tipo de causantes y causas. Desde pequeño suelo revisar debajo de la cama antes de acostarme, vigilar los placares y cerrar toda entrada a la habitación, desde puertas hasta ventanas, incluso los conductos de ventilación. Solo dejo entrar a Therion, mi gato mascota. Luego de un breve rezo, me permito apagar la luz y admirar la inmensa oscuridad de la noche. Pese a mis fobias, no suelo poder dormir si hay algún rayo lumínico, por mínimo que sea, en la habitación. Oscuridad y silencio, todo el que permite un animal en la habitación. El minino suele dormir sobre la mesita junto a la cama, sobre un pequeño almohadón, mirando hacia donde estoy, como si vigilara mis sueños.
Como le decía, hace aproximadamente tres semanas que no conseguía dormir bien. Cuando lo lograba, unos sueños lúgubres me visitaban. Sueños en los que seres queridos o extraños, nunca yo, morían por causas extrañas. Primero fue mi padre, quien moría de alguna manera que nunca me quisieron decir. Luego fue Federico, a quien un gran perro negro rabioso desmembraba frente a mi. Luego, mi gran amigo Rodolfo era asesinado por una turba quejumbrosa liderada por mi, hecho del que yo no participaba, pero si presenciaba, atado y sin poder evitarlo. También presencie la extraña muerte de Ana, mi hermana, quien era aplastada por un gran gato. Eventualmente las víctimas de mi imaginación comenzaron a ser desconocidos o personas con las que mantenía relaciones distantes o de trabajo. La muerte más cómica fue la de Rafael, mi jefe, quien era cocinado por Therion, mientras dormía.
Estos sueños me angustiaban al despertar, ya que podía recordarlos nítidamente. Trataba de no contarlos, por miedo a que, los protagonistas de dichas visiones, creyeran que quería verlos muertos. Solo comente esto a Pedro, un cercano amigo en quien siempre confié. Pese a su corta edad, y su peculiar forma de siempre burlarse de todo, mi joven amistad me escuchó en silencio y seriamente. Luego me dijo que probablemente, más que querer verlos muertos, fuera miedo a eso lo que hacía que los viera en esas situaciones. La visión de Pedro me tranquilizo, aunque dejó interrogantes notorios en mí. Si temía verlos muertos, ¿Por qué las situaciones siempre eran estrafalarias? ¿Y qué pasa con las personas que no conocía o no me interesaban tanto?
Más tarde lo charlé con Miriam, una extraña, depravada y querida amiga, quien, influenciada por sus gustos de lo oculto y lo extraño, me recomendó que pusiera una cámara de video y un grabador de sonidos en la habitación mientras dormía. La idea me perturbó un poco, pero, tras dudarlo un buen rato, me decidí a hacerlo.
Coloque el grabador bajo la mesa de luz, bajo Therion. La cámara la oculté en una repisa, apuntando hacia donde yo estaba, entre libros, y me dispuse a realizar mis revisiones y rezos habituales. Esa noche mis sueños fueron sobre la muerte de Miriam y Pedro, quienes no se conocían en la vida real, pero en mi sueño eran brutalmente masacrados por mis propias manos. Era la primera vez que soñaba que yo mismo era el artífice de una muerte, más, siendo las dos personas mas cercanas a mi. Siendo las únicas personas que sabían de mi problema. Siendo las dos personas que me aconsejaron sobre el tema.
Al despertar no me atreví a revisar las grabaciones. Me aterraba en gran medida lo que podría llegar a estar registrado, aunque una parte mía, la más escéptica, me decía que no habría nada. Me decidí a esperar a esa tarde, luego de volver de mi trabajo, a que viniera a verme a las 19 hs.
Ella llegó y charlamos un buen rato de otras cosas. En cierta forma, yo esperara que hubiera olvidado lo de mis sueños, pero no pasó. Eventualmente me preguntó si había seguido su consejo. Nunca supe mentir, menos a ella, así que me vi obligado a escuchar con ella las cintas. La primera que revisamos fue la del grabador. La dejamos correr, de fondo de nuestras charlas, ya que aparentemente era puro silencio y ruidos leves, que interpretamos como movimientos míos o de gato. Al cabo de una hora y media, algo nos sorprendió. En la grabación se oía una voz, no parecía la mía, era aguda, como la de un niño, de bajo volumen, como un susurro.
<Mátalos… Mata a esas personas… Sabes a quien me refiero… Mátalos con tus propias manos… Mata a Miriam… mata a Pedro…> decía la voz, y lo repitió por al menos una hora. Luego de eso, se escucho otra voz, la mía, que decía
<No, no… No quiero matarlos…No, no… No quiero…> Repetí por al menos otra hora.
Un sentimiento horrendo me invadió. Una inseguridad y terror. El saber que mis métodos de seguridad eran totalmente inefectivos. Que alguien, o algo, me hablara mientras más vulnerable estaba.
Luego de un largo rato, mi amiga rompió el silencio recomendando que debíamos ver la cinta de video. Notaba en ella algo de preocupación, pero en el fondo sabía que realmente quería verla por su curiosidad y atracción a lo oscuro. Me negué, de mala manera, y le pedí que no me dejara solo esa noche, sin otra intención que la de protegerme. Era viernes por la noche, por lo que ella accedió. Miriam es como una hermana para mí.
Al ir a acostarnos, los dos en mi cama, la cual era amplia, concilie el sueño inmediatamente. Sabía que nada malo podría pasarme con ella ahí. Pero a mitad de la noche, ella me despertó, con un inmenso terror en el rostro.
<Vi la cinta… Te pido perdón por no respetar tu voluntad… No pude resistirme… Hay algo que tenés que ver…> Y me guio a la computadora. En gran parte asustado, y un poco enojado, le hice caso y vi la grabación. El video transcurrió al mismo ritmo que la cinta del grabador, aunque vimos acelerada la primera hora y media. De repente, ella frenó el curso de la imagen y me dijo que no creería lo que estaba ahí plasmado. La dejó correr en velocidad normal y, en efecto, no podía entender lo que estaba pasando. Con horror vi como Therion se levantaba de su cojín, caminaba hacia mí y comenzaba a susurrarme al oído las palabras que antes había escuchado.
Hace ya una semana que regale al endemoniado gato a un asilo de ancianos, ahora duermo bien, mis sueños son tranquilos y apacibles, pero me he enterado que tres ancianos han muerto a manos de uno de ellos, por la noche, de maneras extrañas.
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