Capítulo tres: Intrigas e historias a la luz de una cerveza.

Publicado el 19 de agosto de 2023, 15:44

Capítulo 3: Intrigas e historias a la luz de una cerveza. 




El grupo llegó a la posada, Nimbur se registró y por azares del destino, el encargado le asignó la habitación contigua a la de Elyssia. Aquello parecía no generarle ningún tipo de emoción al clérigo, pero la elfa inmediatamente mostró un gesto que asustó a su hermana. Su rostro se contorsionó en una mueca entre lasciva y maliciosa. La tomó por el hombro y la apartó de los demás, con una cara increíblemente seria. 

“Hermana, no. Es un clérigo. Uno de Archmodiar. Ellos juran castidad y solitud. Ni se te ocurra hacerle nada.”

“No solo el celibato me tienta, si no llevarte la contra, hermanita” Dijo Elys mientras le dedicaba a su gemela la sonrisa más dulce e inocente, cosa que hizo que Lyan se ponga aún más nerviosa. Dejó ir a su hermana y se acercó a Laogosh por la espalda, y dijo su nombre en voz baja y le apoyó la mano sobre el hombro derecho. El Guardaespaldas sintió un escalofrío recorriendo su espalda y cada músculo de su cuerpo se tensó, incluyendo su cara, cosa que Durín notó y causó que comenzara a reírse sin ninguna discreción.

“Laogosh… Tengo que pedirte un favor importante.”

“S… Si, mi ama. Dígame” Atinó a decir el recio orco. 

“Mantené vigilada a mi hermana. Tengo miedo que le haga alguna maldad al pobre Nimbur.”

“Hrm… S… Si, mi s… mi señora.”

La muchacha apartó la mano bajándola por la espalda del guerrero, en casi una caricia, y se fue caminando en silencio y con rostro triste, en dirección a su habitación. El orco permaneció parado, casi paralizado, con el rostro tenso y nervioso, por unos minutos, hasta que la risa de Durín lo trajo de nuevo al mundo. Miró con gesto desaprobatorio al Squizzen, que se le acercó, aún riendo, y le ofreció sentarse a compartir una botella de cerveza. 

“No bebo, gracias.”

“No me importa, acompañame, vamos a sentarnos a una mesa y charlemos un rato. Cantinero, por favor, una botella de la cerveza más fuerte que tenga y… ¿Un café para mi amigo?” gritó alegremente Durín.

“Si, negro, por favor.” dijo el orco.

Se fueron a sentar a una mesa apartada, y Durín comenzó a hablarle, aunque el orco no le prestaba casi nada de atención, si no que se dedicó a mirar hacia donde estaba Elyssia, sentada junto a Nuada en un sillón, mientras miraba fijamente con un gesto preocupante a Nimbur, por encima del libro que fingía leer. 

Pero de repente el Squizzen dijo algo que casi hace que se ahogue.

“... porque de verdad te gusta esa chica, no?” Miró con confusión a su acompañante, que le sonreía con la cabeza apoyada en ambas manos. En poco tiempo, Durín había bajado la mitad de la botella de cerveza, y había un rastro de algún polvo blanco en su nariz. El pelo de su rostro estaba esponjado, y sus ojos rojos tenían un brillo inusual, todo junto le inspiró un profundo respeto hacia la ardilla y una gran confianza, pero prefirió mentirle.

“No entiendo por qué dice eso, señor Durín. Ella es mi ama, y su hermana me pidió que la vigilará por el bien del señor Nimb…”

“No, no seas tonto, ni me tomes por uno a mi, no hablo de la maga chistosa, hablo de la chica ruda. ¿Cómo se llamaba? ¿Lisandra?”

“Lyandre. La señorita se llama Lyandre. Y no, no es lo que usted cree. Soy su guardián, ella mi ama. No puedo sentir nada por ella que no sea la devoción que mi posición merece. Sin mencionar el hecho de que no sería propicio. Ella, una joven de buena familia y alta alcurnia, nunca tendría tiempo para un sirviente de baja casa como yo.”

Durín lo interrumpió con una risita. “Si, si, claro. Si no te interesaras ni te habrías planteado si se fijaría en la posición social de cada uno…”

El guardaespaldas se atragantó. Tosió un poco, se aclaró la garganta para recuperar la compostura, y mirándose las manos alrededor del tazón de café caliente que casi no había tocado dijo “Ni tampoco me preocuparía el ser de razas tan distintas. Los orcos y los elfos no pueden estar juntos.”

“Pfff, qué ridículo” dijo Durín, poniendo cara de disgusto y dando un manotazo en la mesa. “¿A quién le importa la raza? ¿A sus padres? Que yo sepa los elfos grises no fueron los que esclavizaron y desterraron a los orcos. Esos fueron los elfos celestes y los elfos negros. Los elfos grises son menos estirados.” Cambió el gesto por uno de concentración. “y si no me equivoco, los elfos son genéticamente compatibles con casi todas las razas, salvo, bueno, con los enanos, los gnomos, y nosotros los squizzen.” Ahora puso un gesto picarón. “Aunque a mi eso nunca me detuvo. Recuerdo una vez que estaba de viaje por el bosque de Aldano, en Radran’s Hoof, al oeste de Hatherghan, en mi grupo había una bellísima elfa negra, su nombre era Kaya. Era una hermosura, muy pícara, y, por Astalor Quizzen, cómo la chup…”

El orco lo interrumpió gritando “SEÑOR AMBARDURO, POR FAVOR.” y se paró escandalizado, se empinó de un solo trago el tazón de café y se fue nervioso, caminando toscamente, en dirección a las habitaciones. 

Nimbur, que descansaba contra una pared mientras tomaba un vaso de vino, lo vio pasar, lo detuvo y preguntó “¡Conmpamñemro Loroshhh! ¡Shu roshhtro eshta rojo como un tamate!¿She shiente biem? Puedo revishar shi eshta enfermo o al-hic-go…”

Laogosh se calmó casi al instante en que el hombre le puso la mano en el pecho, lo miró fijo, juzgando su estado de ebriedad, y dijo “Si, me siento mareado. Ocúlteme, amo Nimbur, debo estar enfermo.” y lo levantó de la cintura con casi ningún esfuerzo y se lo llevó a su habitación. 

Desde su sillón, Elys suspiró con frustración, y volvió a esconderse tras su libro, y dijo en voz baja “ese orco no va a impedir que me salga con la mía.” a lo que Nuada, curiosa, preguntó.

“¿Qué pasa, Elys? ¿Qué no va a impedir Laogosh? ¿A qué se debe ese suspiro de fastidio?”

Elys se ruborizó, aunque sabía que su amiga no lo notaría. “Nada, no pasa nada. Yo me entiendo”. Tomó un sorbo de su té de menta y canela, y cambió rápidamente de tema. “¡Hey! Durín ¿qué hacés ahí solo? Vení con nosotras.”

El squizzen se limpió algo verde del rostro, tomó la botella, que era enorme en sus manos, y se acercó al sillón con paso danzarín. Se sentó en el suelo frente a ellas, ofreció lo que quedaba de cerveza a sus compañeras, y sin esperar que le respondieran se lo bebió de un sorbo. “Nada, hablaba con tu guardaespaldas. Buen muchacho, aunque es innecesariamente serio. Me dejó a mitad de una buena historia. Una verdadera pena.”

“¿De qué iba esa historia? Quiero escucharla” Dijo Elyssia con su sonrisa dulce e inocente. 

“Si, cuéntenos, señor Durín” pidió Nuada, también ilusionada.

“Ehm. No creo que sea una historia digna de los oídos de tan buenas muchachas. Pero tengo otras buenas historias. Como cuando luché mano a mano con un dragón. Fue increíble. Ese tipo era enorme y brutal. Karlaxtrass Fireclaws, caballero dragón de las madrigueras de oropel. Se presentó en su forma humana, un imponente campeón corpulento y hermoso. Su armadura brillaba como las llamas del mismísimo Alastor Jorandus, de quien de hecho creo que era hijo o algo así. De más está decir que me dio una terrible paliza. Resulta que hubo una confusión cuando creyó que estaba intentando asaltar a su hermana. Yo no la quería molestar, quería coj… eh, hacerme su amigo. La muchacha era un encanto, pero no entendió bien cuando le ofrecí un poco de dro… de… eh… de dulces. Se asustó, su hermano lo tomó a mal, y me dio una paliza. Desde luego, yo no tenía ni idea de que eran dragones. En sus formas humanas sólo son gente muy hermosa, pero no tienen nada que los delate, aunque ahora pensándolo en frío, la muchacha tenía garras gruesas y escamosas, sin mencionar toda esa ropa cara hecha con metal de pirita dracónica. Bueno, el caso es que luego de saldar cuentas con Karlaxtrass y que mi amigo Aldarion le explicara la situación - y varios puntos de sutura en mi cara - terminamos compartiendo una cena, bebidas y un montón de dro… eh… de Dulces. Ahora somos amigos. De vez en cuando recibo sus mensajes. ¿Sabían que los dragones de Oropel mandan sus mensajes utilizando suricatos voladores? es muy gracioso.

"Uh, dulces, que ganas tengo" dijo Elys con voz amable e infantil. "¿Tenés algunos?"

"No." Dijo Durín cortantemente, mientras escondía una bolsita con "dulces" detrás de su espalda. 

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