Capítulo uno: Digrín-Moké

Publicado el 18 de agosto de 2023, 11:03

Capítulo 1: Digrín-Moké




El sol brillaba fuerte aquella mañana, los pastos estaban verdes y las pocas nubes blancas y suaves que flotaban creaban un hermoso contraste contra el cielo azul del Ducado de Digrín-Moké, una esplendorosa ciudad con arquitectura magnífica que mezclaba los refinados gustos de los elfos, la abundancia de los humanos y la precisa ingeniería de los enanos.

Las calles rebosaban de gentes de lo más variopintas, desde alegres niños que jugaban a la pelota, adolescentes soñadores que descansaban sobre los verdes pastos de la plaza, y atareados adultos que se perdían entre el griterío de compras y ventas del mercado. Los muchos y muy variados animales que rondaban por la plaza emitían sus coros con la paz de quien no espera la muerte. Aquel sin dudas era un espectáculo casi mágico para cualquiera, excepto para Nuada, que se sentía perdida en un mundo claramente no preparado para ella. Al carecer del sentido de la vista, la muchacha dependía casi por completo de su desarrollado sentido del oído, pero aquel páramo sonoro era el infierno de la desorientación para ella. Por suerte, no viajaba sola. Las dos muchachas que la acompañaban la ayudaban a moverse a lugares menos agresivos para sus delicados oídos. Se trataba de las gemelas Lyandre y Elyssia Ghoslymoon, dos elfas grises con las que había entablado amistad hacía tres meses en una taberna de paso, al costado del camino real, por el cual habían llegado al ducado aquella mañana. Junto a ellas viajaba también un silencioso orco llamado Laogosh Erythrina, quien llevaba casi todo el peso del equipaje del grupo. Según Elyssia, era fornido y bien parecido, aunque nunca dejaba que Nuada lo tocara (otra forma de conocer el mundo para alguien no vidente) y como casi no hacía ruido, él era casi un mito para la muchacha. Solo sabía de su existencia porque de a ratos lo escuchaba respirar, una respiración pesada y caudalosa, que no se alteraba por nada, y por las veces que desenvainaba su espada para proteger a sus compañeras de viaje. Según le habían dicho, el muchacho era el guardaespaldas de las gemelas, contratado por el padre de estas, para evitar que los males de los caminos las dañaran. Resulta que las gemelas eran hijas de un señor de las tierras del sur del país, y la familia de Laogosh era desde hacía muchas generaciones una servidora suya. Las gemelas estaban en un viaje para festejar la graduación de Elyssia de la Academia de Altos Estudios Arcanos y Arte de la Brecha de Gevudán, donde había obtenido el título de Magister de la escuela de Evocación, como su padre en el pasado. Lyandre, para los amigos Lyan, que era la mayor de las gemelas, también había estudiado en aquella escuela, pero a diferencia de su hermana, optó por un camino más práctico y físico de la magia, obteniendo el grado de Arcanista Forestal, y graduadose varios años antes. Ahora viajaba con su hermana para cuidarla. 

Intentando escapar de los tumultos de personas, Lyan sugirió entrar a una taberna donde, por ser un martes al mediodía, debería haber menos ruidos, y por ende, todo sería más tranquilo. Elyssia sugirió entrar a una cuyo nombre le había encantado, así se adentraron en la posada “Los Bigotes del Gato”. 

El lugar era acogedor y, más importante aún, silencioso. Por dentro era un salón amplio con paredes recubiertas de madera lacada de arrayán, las mesitas que estaban distribuidas por el lugar estaban hechas de troncos cortados en lajas, lo que daba un aspecto rústico y refinado al lugar. Una estufa hogar en la pared norte soltaba olor a resina de pino quemada, y cerca del fuego había varios sillones con mesitas bajas donde las muchachas fueron a sentarse y descansar. Mientras Laogosh se encargaba de conseguir una habitación para dejar sus bártulos, las muchachas pidieron un chocolate caliente para Nuada, un té de rosas frescas para Elyssia, y un café estilo Whodrhan para Lyandre (un café con canela, miel, crema de leche de cabra batida, y bastante whisky). Junto al fuego, la menor de las hermanas se puso a leer un pesado libro de páginas gruesas y tapa dura, mientras la mayor discutía con su amiga sobre el plan a seguir a partir de ahora. 

“Primero deberíamos encontrarnos con Maese Olaf, quien dijo que nos esperaría en esta ciudad.” dijo la elfa, “y luego buscaremos algún trabajo interesante en la oficina de reclutamiento del ducado, escuché que suelen ser trabajos sencillos y de buena paga, lo cual puede servirle a mi hermanita para conseguir experiencia, y de paso financiar sus caros gustos en té.”

Ambas amigas se rieron mientras la tercera permanecía absorta en su lectura, ignorante de las bromas de su hermana. 

“Pues me encantaría conocer a ese amigo tuyo, Olaf”, dijo Nuada, entre risas, “y claro que cuenten conmigo para ese trabajo, después de todo, a eso vine a este país”. 

La llegada del orco interrumpió la charla. El muchacho había arrastrado sonoramente una silla junto a una mesita, donde se sentó a beber una taza de café negro y leer el último ejemplar de la Gazzeta del Ducado. 

El periódico era encabezado por una macabra nota sobre el hallazgo de un cadáver junto a la fuente central de la plaza del mercado. Debajo, la plana hablaba también sobre una oferta de trabajo departe de la oficina de reclutamiento del ducado. Otro artículo se explayaba sobre una rebaja en el precio de la tienda de un tal Nualla Einorth, el “Príncipe del Acero”, que festejaba el cumpleaños de su tienda. La página cerraba con un artículo sobre una revuelta del grupo radical “Sangre Morena”, un grupo de orcos del clan Tormenta Roja, que reclamaban por unas tierras que, según ellos, habían pertenecido a sus ancestros, que fueron arrebatadas por los elfos durante la conquista del territorio, y que se les había replegado a las frías montañas de las Cumbres Aullantes, pero que ahora volvían a reclamar lo que les pertenecía. El muchacho saltó directamente a la página del diario donde hablaban de aquella revuelta. 

“Así que este tal Maese Olaf es un… ¿Gato?” inquirió entre risas Nuada a su amiga.

“Un Felionar” respondió la cazadora intentando fingir seriedad ante la llegada del orco. “Un Mago Felionar, graduado con honores de la academia en la misma promoción que yo.” 

“Es un gato de dos metros de alto oriundo de Ravkha” dijo Elyssia sin despegar la vista de su lectura. “Que camina erguido y tiene anatomía generalmente humanoide, aunque sus rostros son más felinos, bastante lindos a mi juicio, pero sus pelos son gruesos y ásperos, y lo cambian constantemente, puede ser realmente molesto a veces, ni hablar si sos alérgica, tuve una compañera de clases que lo era, a los gatos, pero se volvía mucho más brutal cuando estaba cerca de un felionar. Teníamos un profesor, el Maestro Edward, de vocalización y oratoria, daba clases en un anfiteatro cerrado. Cada vez que movía las manos para guiar el ritmo de los coros, soltaba pelos sin querer, y mi compañera se hinchaba como un higrapón en un basural. Era graciosísimo.”

“¿Higraqué?” preguntó Nuada, moviendo sus orejas en dirección a la maga. 

“Higrapón, son unos bichos redondos y peludos que comen basura, abundan en el sur, en Gevudán. Los gnomos los tienen como mascotas porque los ayudan a mantener limpias las ciudades. Les encanta comer cosas hechas de madera o metal.” Un almohadón se estampó contra la cara de la chica.

“No desvíes la charla, hermana.” Dijo Lyan mientras se armaba con otro almohadón y apuntaba a su gemela. “Olaf no es un gato, es un Felionar, y no son muy amigos de la comparación. Tienen rasgos felinos y cara de leones, pero son fieros y peligrosos, no conviene hacerlos enojar, que no es nada complicado, son una raza noble y orgullosa, de cazadores y guerreros, aunque algunos se dedican a la magia y suelen ser bastante buenos en ella. Sus cuerpos enormes y duros suplen la falta de entrenamiento marcial de los magos, y sus garras son armas poderosas, por lo que uno que sepa lanzar conjuros es peligroso en todos sentidos. Olaf es simpático, pero es un tanto…”

“¿Sensible?” completó la frase Nuada.

“Chillón.” rebatió Elyssia. 

“Inseguro” terminó Lyandre. “Es un buen chico, pero se queja bastante de todo y cree que las demás razas no lo toman en serio por su especie, así que se sobre esfuerza en que todo le salga bien y se frustra rápidamente si no lo logra. Pero también es muy inteligente y resolutivo. Le confiaría mi vida si tuviera que hacerlo.”

“También es muy lindo” dijo nuevamente Elyssia “es color marfil y cobre, y tiene unas orejas muy peludas y esponjosas.”

“No le toques las orejas, Nuada, por lo que más quieras, ni su cola, por más que te pueda la ansiedad” dijo Lyan, poniéndose ahora si seria. 

 

…………..

 

La mañana siguiente amaneció como antítesis de su predecesora. El cielo estaba gris y turbulento. El viento aullaba y arrastraba las cosas que no estaban bien sujetas al suelo. La lluvia acechaba como una bestia hambrienta, y la poca luz que se filtraba por entre las nubes era fría y húmeda. 

El grupo tomó un desayuno generoso antes de salir, no sin antes pagar por adelantado el uso de sus habitaciones por al menos tres días más. 

Los días de tormenta eran los preferidos por Nuada. Las nubes oscuras hacían que la gente se quedara en sus casas, por lo que no hacían ruidos y le permitían moverse con total libertad. Verán, cuando el ruido ambiente era bajo o nulo, Nuada era consciente de su entorno igual o mejor que una persona vidente, combinando su agudo sentido del oído con un par de conjuros sencillos que convertían las señales sonoras en visuales dentro de su cabeza, por lo que era capaz de caminar sin ayuda de persona, animal o bastón, pudiendo hasta notar algunos detalles de los paisajes. Su dominio sobre este arte era tal que podía incluso “borrar” los sonidos repetitivos a los que estaba acostumbrada, como el ruido de la lluvia, los ruidos de los animales de los bosques o incluso, los sonidos de sus pasos y de la respiración de sus amigos. El problema era que este sentido sobrenatural se volvía completamente inútil si muchos sonidos se mezclaban en el aire, haciendo que sus oídos se confundieran y causándole enormes dolores de cabeza. Cuando esto sucedía, Nuada necesitaba la ayuda de un guía o de algún bastón o vara que le permita moverse sin chocarse con cosas. 

El plan del día era encontrarse con el grupo de Olaf en el mercado y de ahí ir a almorzar, para luego buscar algún trabajo que ambos grupos pudieran llevar a cabo para poder conseguir denarios para seguir el viaje. 

Durante el desayuno, Lyan se comunicó con su amigo utilizando un extraño artefacto mágico del tamaño de un zapato, que le permitía mandar y recibir mensajes escritos en la tablita central, parecida a una pequeña pizarra brillante. Al activarlo, se podía escribir con una pluma especial en una sección de la tablita, palabras que en pocos segundos se borraban y dejaban espacio para seguir escribiendo. En otra sección se podían ver las palabras que la otra persona que utilizaba el aparato había escrito. De esta forma, la Forestal se enteró del lugar de reunión con sus amigo y sus compañeros, Durín y Nimbur. Quedaron en reunirse al medio día en el negocio del Príncipe del Acero, puesto que era un lugar de interés para varios. Durín quería aprovechar los descuentos del aniversario, mientras que Laogosh buscaba dar mantenimiento de calidad a su armadura y espada, y Lyan quería comprar una nueva hacha, porque había roto la suya hacía unos días intentando cortar un tronco que había crecido alrededor de un antiguo poste de marmol que antaño decoraba los caminos. Nuada no dijo nada cuando le comentaron esto, pero sus amigas notaron cierta incomodidad en su rostro. 

La tienda era un amplio local ubicado a unas cuadras del centro del ducado. El lugar olía a aceite de lino y madera de pino quemada. En cuánto entraron, las gemelas quedaron fascinadas por las armaduras y herramientas que decoraban los muchos anaqueles y estanterías. El silencioso orco se acercó a hablar con el musculoso y enorme elfo que se guarecía detrás de un mostrador de madera de olmo lacada, con un considerable desgaste en su superficie. Aquél era Nualla Einorth, y al fijar la vista en el fornido herrero, Elys no pudo evitar señalar el intenso parecido que tenía con su compañera Nuada. Si bien sus cabellos eran de colores diatintos, siendo el de la semi elfa negro y el del herrero rubio grisáceo, sus rostros tenían facciones muy similares. 

El príncipe del acero salió rápidamente de detrás del mostrador, ignorando sin querer al orco que intentaba llamarle la atención sin hacer ningún sonido, y corrió hacia donde estaban las muchachas, con los brazos extendidos, gritando con una sonora y alegre voz 

"NO PUEDO CREER LO QUE VEN MIS OJOS, QUERIDA SOBRINA, DEBISTE HABERME AVISADO QUE ESTABAS EN LA CIUDAD". 

Las gemelas se voltearon para mirar a su amiga, que se agachaba intentando esconderse detrás de ellas. "¡¿SOBRINA?!" preguntaron ambas al unísono y con la misma voz. 

El elfo apartó a las dos muchachas con gentileza y premura, y alzó en sus brazos a la avergonzada medio elfa, abrazándola tan fuerte que parecía que iba a partirla en dos. 

La reunión familiar se vio interrumpida abruptamente cuando una figura alta, corpulenta y mojada entró por la puerta. La larga trenza anaranjada que coronaba su cabeza ahora caía aplastada sobre dos enormes orejas puntiagudas, que caían pesadamente hacia los lados, enmarcando un rostro felino anguloso y peludo. Dos enormes ojos verdes ceñudos miraban con fastidio a los que estaban en la sala. Una voz rasposa y gutural saludó con desdén, para luego sacudirse a sí y a sus vestiduras, de entre las cuales salieron otras dos criaturas, mucho más bajitas, pero igual de peludas. Una de ellas era un perro negro de tamaño mediano a grande, según Elys, un schnauser gigante. La otra era mucho más curiosa. De un metro de alto, este pequeño humanoide tenía una cola larga y peluda, casi de su mismo alto. Su rostro parecía el de una ardilla, aunque tenía un claro corte de pelo, rapado a los costados de la cabeza y largo en la parte superior, echado hacia atrás. Caminaba sobre sus patas traseras, que terminaban en pies plantígrados, y sus brazos eran muy similares en proporción a los de un humano, con la salvedad de que sus manos tenían solo cuatro dedos. Este Squizzen en particular, era más alto que la media, sus ojos eran de color rojo y su cabello de un rubio casi beige. Vestía ropas de aventurero secas, una capa color marrón y bajo esta se podía ver una cota de mallas y un chaleco de cuero. De su espalda colgaba un arma que en sus manos era un mandoble. 

"Qué lluvia eztúpida" dijo Olaf mientras se sacudía. "Al menoz uztedez no se mojaron tanto" dedicó una mirada fugaz a sus acompañantes. 

Durín le sonrió y dijo "si, seco y calentito. Listo para perderme entre los anaqueles. Gracias maese Olaf." El pequeño Squizzen miró entonces a los demás, hizo una pequeña reverencia y se escabulló entre los estantes de armas y armaduras. El perro ladró alegremente y lo siguió. 

El Felionar terminó de sacudirse y luego miró al resto de los presentes, diciendo, con voz temblorosa y nerviosa "Dizculpen la falta de rezpeto, zoy Olaf Nino, magizter de la ezcuela de Trrazmutazion de la Academia de Altoz Eztudioz Arcanoz y Arte de la Brecha de Gevudán, guzto en conozerl…" un trueno lo interrumpió, el mago se agazapó en el suelo. Comenzó a toser frenéticamente y unos instantes después volvió a incorporarse. "Ehm, dizcupen. Guzto en conozerloz. Elloz zon Durín Ambarduro y Jazón".

Lyandre caminó con paso firme a abrazar a su amigo, con una amplia sonrisa en el rostro, mientras que Elyssia se tapó la cara con ambas manos mientras ahogaba una risita. Laogosh permaneció impasible, mientras miraba al atónito elfo que no quitaba los ojos de la situación que acababa de ver, mientras una estresada Nuada intentaba zafarse de un abrazo que no tenía intenciones de soltarla. 

"Tío, por favor, bajame" dijo la medio elfa, con el rostro completamente rojo, logrando que su pariente volviera en sí y le hiciera caso. 

“Qué día de locos viene siendo este, eh” dijo Nuala, mientras ponía los brazos en jarra y sonreía. “Y eso que recién está empezando”.

Un ruido seco, de algo que se golpeó contra el marco de la puerta volvió a sorprenderlo. Al mirar, vio a un hombre que se agarraba fuertemente la frente, con una expresión de dolor en el rostro. Su cabello rubio estaba completamente mojado, y entre una de sus manos brotó un pequeño hilo de sangre. 

De su boca surgió una frase en voz alta y chillona.

De la luz viene la vida y de las plantas la sanación. Curación menor.” Un leve destello de luz iluminó su rostro, y la sangre paró de brotar. Luego retiró las manos y su rostro ensangrentado dejaba ver una marca que rápidamente comenzó a desaparecer. 

“Gusto en conocerlos” dijo con una voz más firme y petulante. “Soy Nimb…” su voz tembló. “Soy Numb… ehm… Nimbur”.

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