El duendecillo del frasco

Publicado el 9 de junio de 2024, 7:12

 

 

 

 

“Hundíame yo en el abismo infinito del pensamiento cuando aquella criatura apareció frente a mí, posado en el marco de la ventana abierta que yo aseguraba que había dejado cerrada. Me paré de inmediato, buscando evitar que mi corazón se me adelantara en la tarea, y tomé por el respaldo la silla en la que antes reposaba, proferí un improperio hacia el hombrecito y lo aplasté con el arma improvisada, que se deshizo en un reventar de astillas de madera, ceniza y jugos verdes que se volvieron polvo antes de impactar contra mi rostro horrorizado. Me van a regañar por la silla.

Llevaba varios años sufriendo aquella situación. No importaba cuantas veces los matara, cuantas veces me mudara, ni cuantas veces intentara hablarles, esas criaturas nunca dejaban de aparecer, y cada vez lo hacían con más frecuencia. Lo peor es que, como se deshacían en cenizas cada vez que los mataba, nunca pude probarle a los doctores que no estoy loco. Ellos existen, pero nadie puede verlos, excepto yo. No estoy loco, ellos existen. Lo sé, porque incluso cuando estuve más dopado, pude verlos. Intenté ignorarlos, pero eso no les gusta. En el momento en que creen que no los noto comienzan a hablar, y si no reacciono, me atacan. Los psiquiatras creen que los cortes me los hago yo mismo, que los duendecitos son una proyección de mi delirio, para no tener que admitir que tengo un problema de autoflagelación masoquista, o algo así, realmente ya hace rato que no les entiendo. Para peor, algunas veces los duendecillos se posan sobre los propios matasanos, y han llegado a amenazarme con dañarlos, para que yo reaccione, pero los médicos se asustan porque creen que los quiero atacar a ellos por culpa de mi delirio paranoide. Repito, no estoy loco, ellos existen, y tengo pruebas.

Vah, más que pruebas, tengo a uno de ellos enjaulado en un frasco, escondido en un lugar seguro. Lo atrapé hace dos semanas, mientras intentaba degollarme cuando creyó que me había dormido. Tonto duende, yo ya no duermo. Pero por más que intente mostrárselo a los demás, ellos no logran verlo, son muy ignorantes. Intenté bañarlo en pintura, pero la porquería esta siempre usa sus magias para despintarse. Incluso una vez llené el frasco con pintura, pero el mal nacido comenzó a ahogarse, y si se muere pierdo mis pruebas. Y creo que tiene hambre. No se qué es lo que come. No nos dejan sacar la comida del comedor y por lo visto el pasto no le gusta. Agua si toma, pero al igual que con los alimentos, conseguirlos fuera del comedor es difícil. Los médicos tienen miedo de que los locos y yo nos ahoguemos. Por lo pronto, el pequeño desgraciado tiene que conformarse con mis escupitajos para hidratarse, pero está cada vez más flaco y se mueve cada vez menos. 

Intenté hablar con el enano, pero siempre repetía sandeces sobre marcas y sobre venganza cada vez que destapé el frasco, pero ya no habla más. Creo que cree que quiero torturarlo, pero no, no se qué es lo que lo hace pensar eso. Cada vez que destapo el frasco, el bicho se hace bolita en el fondo y chilla aterrado. Cuando lo dejo en su escondite, lo escucho llorar. El mierda ese ya hasta me da lástima. Pero vino queriendo matarme, se lo merece. 

Dejando al mierdilla de lado, ah, si, le puse Mierdilla como nombre, porque nunca me dijo el suyo. En fin, como iba diciendo, dejandolo de lado, desde que lo atrapé los ataques se hicieron menos frecuentes, por lo que comienzo a creer que si atrapo a más, van a dejar de molestarme, aunque no se si podría aguantar a más de estos imbéciles llorando todo el tiempo, sin mencionar que no se de donde sacar más frascos. 

Volviendo a la silla, esta vez noté algo peculiar en la forma en que reventó el pequeño. Los restos de parte con la que lo aplasté quedaron manchados con algo negro, similar a las manchas que me salen en la piel después de matar a estos malditos. Los médicos dicen que esas manchas me salen por el estrés, pero yo se que son causadas por la magia de los duendes de mierda. Tal vez, solo tal vez, pueda usar la mancha en el pedazo de silla para probar que no estoy loco. No pierdo nada con intentarlo. Ahora mismo estoy esperando que venga la enfermera, mientras escribo, para mostrarle y que me dejen salir de este lugar de una vez por todas. Porque yo no estoy loco.”

  • Manuscrito hallado en el cuarto del recluso número 14164132323 del hospital interzonal especializado en agudos y crónicos neuropsiquiátrico “Dr. Alejandro Korn”, minutos después de que el mencionado fuera encontrado muerto en el lugar, con un trozo de pata de silla clavado en la nuca. El manuscrito se desestimó como los desvaríos de un loco, y no pudo utilizarse para esclarecer los hechos que derivaron en la tragedia. Bajo la cama del sujeto se encontró un frasco destapado y vacío.

Dejame tu opinión :D


Valoración: 5 estrellas
1 voto

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios